Las personas mayores de 85 años son el segmento del país que más rápido crece, y se prevé que el porcentaje de personas en esa franja de edad se duplique al 4,8 por ciento para 2050, según la Oficina del Censo de los EE. UU. Por consiguiente, la enfermedad de Alzheimer, que es la quinta causa principal de muerte entre los estadounidenses mayores de 65 años, continúa siendo una enfermedad principal de preocupación como la forma más común de demencia.
Los investigadores buscaban determinar cómo los antecedentes de cáncer o enfermedad vascular de una persona pueden influir en su riesgo futuro de padecer demencia. Entre 1998 y 2020, analizaron datos provenientes de un grupo exclusivo de participantes del estudio de Mayo Clinic que fallecieron con más de 95 años, se habían sometido a una autopsia y habían donado sus cerebros al Banco de Cerebros de Mayo Clinic para su uso en investigación.
Los investigadores evaluaron expedientes médicos para obtener un historial documentado de cáncer o enfermedad vascular, como enfermedad de las arterias coronarias y diabetes. Para realizar el estudio se utilizaron análisis estadísticos, informes de neuropatología y modelización.
Los investigadores descubrieron que tener antecedentes de cáncer reducía el riesgo de padecer demencia y se asociaba con una cantidad menor de cambios neurológicos por enfermedad de Alzheimer, como la acumulación de la proteína tau tóxica, que es característica de la enfermedad. “Se puede deber a cambios moleculares subyacentes que se oponen”, dice la Dra. en Ciencias Melissa Murray, neurocientífica y autora sénior del estudio. “El cáncer quiere proliferar, o expandirse y crecer, mientras que los cambios moleculares asociados con la enfermedad de Alzheimer quieren matar células. Podría tratarse de un tira y afloja”. La Dra. Murray lidera el Laboratorio de Neuropatología Traslacional de Mayo Clinic en Florida.
Los investigadores dicen que es posible que los genes y mecanismos comunes típicamente involucrados en el crecimiento y mantenimiento celular se regulen en direcciones opuestas. Especulan que el aumento de los mecanismos que favorecen el crecimiento puede aumentar el riesgo de padecer cáncer, mientras que el aumento de los mecanismos de muerte celular puede aumentar el riesgo de padecer demencia. Si bien no se estudió en este artículo, observan que los tratamientos para el cáncer, como la quimioterapia, también pueden afectar las neuronas cerebrales y evitar la formación y propagación de proteínas asociadas con las enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad. Expresan que entender mejor lo que sucede dentro de los cerebros de los pacientes antes, durante y después del tratamiento para el cáncer sería beneficioso para identificar los factores que promueven o previenen la demencia.
El equipo de investigación también estudió los factores de riesgo vasculares, como fumar, hipertensión y diabetes, para calcular las probabilidades de padecer demencia. Aunque todas estas afecciones aumentan el riesgo, descubrieron que la diabetes era el factor de riesgo que más contribuía. Sorpresivamente, los investigadores determinaron que los antecedentes de enfermedad de las arterias coronarias también disminuyen los riesgos de padecer demencia. Su hipótesis es que eso podría estar relacionado con los beneficios del tratamiento a lo largo de muchos años para una enfermedad conocida. Los medicamentos que se utilizan para tratar la enfermedad de las arterias coronarias están diseñados para reducir placas peligrosas en las arterias coronarias y promover la salud de los vasos sanguíneos del cerebro.
Los investigadores reconocen que controlar los factores de riesgo vasculares es una estrategia prometedora para disminuir el riesgo de padecer demencia, y dicen que los resultados de su estudio apoyan un estilo de vida saludable en general.
“Creo que señala muy bien una necesidad de resaltar la importancia de evitar la diabetes y la posible importancia de recibir tratamiento para la enfermedad de las arterias coronarias”, dice la Dra. Murray.
El financiamiento de esta investigación en parte provino de la Asociación para el Alzheimer, el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, el Departamento de Salud de Florida y el Programa de Investigación sobre la Enfermedad de Alzheimer Ed y Ethel Moore. Para ver la lista completa de financiamiento, autores y divulgaciones, consulte el artículo publicado.
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